sábado, 13 de febrero de 2010

Insulto al pueblo: Falso arquitectónico o fachadismo (I parte)




Cuando en fechas anteriores comentábamos que nuestro Obispo ya habría tomado la decisión de reemplazar, previa demolición, al histórico y querido Santuario de Luren, afectado pero no destruido por el terremoto del 2007, por una edificación nueva que guardara cierto parecido con el golpeado ícono religioso de todos los iqueños, alertábamos del inmenso peligro de elegir una opción que cae redonda en la definición del llamado “falso arquitectónico” o “fachadísmo” como los especialistas bien han definido a éstas edificaciones grotescas, adulteradas, embustes cosméticos que han pretendido sin éxito alguno, reemplazar a los diseños arquitectónicos originales en varias partes del mundo.

Pero también hemos dicho que pretender hacer estos esperpentos de cemento, caricaturas ciclópeas y ridículas que buscan reemplazar a los íconos patrimoniales es un insulto a la inteligencia de los ciudadanos. Hacer en Ica un templo nuevo, que guarde similitudes con el diseño original, pero haciéndolo “más ancho y más largo” es, en lenguaje coloquial un “engaña muchachos” que se nos ofrece para maquillar las verdaderas intenciones. Nuestro Obispo ha ensayado todas las fórmulas posibles para dorarnos la píldora y aceptemos que tiene la razón –cuando él sabe que no la tiene- en su empecinado esfuerzo por destruir nuestro pasado inmediato; nos ha dicho que el Santuario no es seguro para la feligresía si se opta por la Restauración (y ha tomado un ejemplo atemorizante de una desaparecida iglesia de Pisco inflando la cantidad de fallecidos para dramatizar en su argumento) cuando una abrumadora mayoría de especialistas y restauradores de talla internacional le han hecho saber todo lo contrario. Nos ha dicho también que no se haría responsable por las pérdidas humanas en caso de un nuevo terremoto y se desplome lo restaurado, actitud francamente pilatesca que deja mucho que desear de un líder espiritual. Cuando tiene que ocurrir algo ocurrirá, sea un edificio viejo, nuevo, restaurado o superfortificado; la ciudad de Kobe en Japón es el ejemplo de la caída de grandiosas edificaciones antisísmicas de primer nivel y que juraban sus creadores orientales que iban a ser prácticamente inexpugnables e indestructibles, pero un tremendo terremoto lo desplomó como un castillo de naipes, desgraciadamente. Nada en éste mundo terrenal puede exhibir certificado de garantía de perdurabilidad en el tiempo, indefinida, inmutable, eterna. Nada.

Ofrecer “falsos arquitectónicos” en una pésima política para intentar esquivar el descontento y el rechazo la feligresía. Imponer esta nueva forma de suavizar la equivocada gestión frente a un reclamo latente del pueblo católico no es más que demorar en la respuesta sincera. ¿Acaso se han agotado las ideas y la creatividad para hacer frente al sentir de la ciudadanía que esperaba más de su guía? Pretender echar mano del facilismo y brindarnos la otra alternativa del “fachadísmo” es todavía peor. Conservo la cara, el parecido, la fachada del templo herido pero hago con el cuerpo del edificio los cambios que se me ocurran. Eso no es serio, eso en un insulto, es pretender tratarnos como ciudadanos de segunda categoría, como débiles mentales. Esta forma humillante de condicionar a los peruanos con clasificaciones ciudadanas deplorables lo han sufrido los hermanos de Bagua en los conflictos recientes, pero los resultados le pasaron factura al mismísimo Presidente de la República y el aguillotinamiento de su Gabinete de Ministros. La restauración del Santuario de Luren, con reforzamiento y puesta en valor, recuperando su condición de Monumento Cultural de la Nación es la mejor opción. Cuando no hay amor por lo nuestro, por nuestro patrimonio, nuestra historia, por nuestra identidad cultural será muy difícil encontrar las salidas.

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