Concluida la restauración de la milagrosa imagen del Cristo Crucificado, los iqueños emprendieron con igual premura y diligencia la edificación de un templo nuevo. El incendio había reducido al antiguo y colonial templo a poco menos que inservible. Era urgente entonces hacer otro, a la altura del magno señorío de su ilustre inquilino.
Los iqueños juntaron sus fuerzas y capacidades para emprender esta titánica tarea. Existía un sentimiento generalizado de reivindicación entre la población. El incendio y pérdida del templo antiguo fue producto del descuido humano, entonces el esfuerzo de los hombres repararía con creces este desatino.
Nuevamente fue convocado don Alberto Cierra Alta Herrera para que integrase ahora el “Comité Pro Luren”, se dio las responsabilidades a cada uno de los integrantes de este colectivo. A Don Alberto premunido de su conocimiento y vasta experiencia en edificaciones se le encargó el diseño del nuevo templo, el Sr. Francisco Badaracco se encargaría de la recolección del dinero necesario para la obra. Ica sufrió una feliz transformación y se generalizó el espíritu cooperativo; se hizo innumerables colectas, rifas, tómbolas, kermeses y donativos en efectivo, y otros lo hacían con su trabajo. Los iqueños radicados en otras partes del país venían o enviaban sus aportes en dinero. Era una conmoción espléndida.
Habiéndose aprobado los planos, la construcción se inició en el año de 1919 y culminaría en el año de 1946, es decir 27 años después. El espíritu solidario nunca decayó, se avanzó de a pocos, con pausas obligadas por circunstancias especiales, pero la obra nunca se paralizó por voluntad de sus animadores.
Cuentan las crónicas del momento que tal era la animosidad de participar que las damas iqueñas donaban sus joyas, anillos, collares de brillantes y alhajas de finos metales preciosos, los mismos que eran inmediatamente vendidos en rifas públicas. No había espacio para los manejos delictuosos, todo era para la nueva casa del taita Dios.
La obra se empezó con un capital inicial de S/. 32,878 soles de la época. El horno de don Benito Ormeño se destinó especialmente para la fabricación de los ladrillos que requería la obra. Era la primera vez en la historia de Ica que un templo se hacía con cemento y ladrillos. Las bases se hicieron con piedras de cerro, cal y arena. El registro minucioso de lo actuado corría bajo la responsabilidad de don Pedro Arangüena, Secretario del Comité. El Estado Peruano también efectuó una erogación de mil libras peruanas de oro para ayudar en la edificación.
El diseño del templo, hecho por don Alberto Cierra Alta, tiene forma de una cruz latina, que juntaba en su concepción temas renacentistas, románicos y góticos. Su esbelta torre principal era su símbolo identificatorio desde la distancia, apuntando hacia los cielos. Este templo, luego convertido en Santuario por las innumerables peregrinaciones de sus fieles, reúne las condiciones de jerarquía, sacralidad y belleza; convoca al recogimiento y a la unción sobrenatural cuando es visitado. Este lugar ha servido para evangelizar, debido a su inspirador diseño, para enseñar la fé cristiana, para catequizar. Es la casa materna de solemne tranquilidad.
Perder esta joya excelsa -no existe otro igual o parecido en todo el Perú- debido a las apresuradas decisiones humanas sería una herida profunda y lacerante de un pueblo, en su identidad, costumbres y tradiciones.
Nuestro Santuario resistió incontables sismos y nunca cayó, son las ambiciones humanas las que podrían traerlo abajo definitivamente. El pueblo de Ica hizo este templo con amor, paciencia y con el esfuerzo de todos sus hijos.
Los iqueños juntaron sus fuerzas y capacidades para emprender esta titánica tarea. Existía un sentimiento generalizado de reivindicación entre la población. El incendio y pérdida del templo antiguo fue producto del descuido humano, entonces el esfuerzo de los hombres repararía con creces este desatino.
Nuevamente fue convocado don Alberto Cierra Alta Herrera para que integrase ahora el “Comité Pro Luren”, se dio las responsabilidades a cada uno de los integrantes de este colectivo. A Don Alberto premunido de su conocimiento y vasta experiencia en edificaciones se le encargó el diseño del nuevo templo, el Sr. Francisco Badaracco se encargaría de la recolección del dinero necesario para la obra. Ica sufrió una feliz transformación y se generalizó el espíritu cooperativo; se hizo innumerables colectas, rifas, tómbolas, kermeses y donativos en efectivo, y otros lo hacían con su trabajo. Los iqueños radicados en otras partes del país venían o enviaban sus aportes en dinero. Era una conmoción espléndida.
Habiéndose aprobado los planos, la construcción se inició en el año de 1919 y culminaría en el año de 1946, es decir 27 años después. El espíritu solidario nunca decayó, se avanzó de a pocos, con pausas obligadas por circunstancias especiales, pero la obra nunca se paralizó por voluntad de sus animadores.
Cuentan las crónicas del momento que tal era la animosidad de participar que las damas iqueñas donaban sus joyas, anillos, collares de brillantes y alhajas de finos metales preciosos, los mismos que eran inmediatamente vendidos en rifas públicas. No había espacio para los manejos delictuosos, todo era para la nueva casa del taita Dios.
La obra se empezó con un capital inicial de S/. 32,878 soles de la época. El horno de don Benito Ormeño se destinó especialmente para la fabricación de los ladrillos que requería la obra. Era la primera vez en la historia de Ica que un templo se hacía con cemento y ladrillos. Las bases se hicieron con piedras de cerro, cal y arena. El registro minucioso de lo actuado corría bajo la responsabilidad de don Pedro Arangüena, Secretario del Comité. El Estado Peruano también efectuó una erogación de mil libras peruanas de oro para ayudar en la edificación.
El diseño del templo, hecho por don Alberto Cierra Alta, tiene forma de una cruz latina, que juntaba en su concepción temas renacentistas, románicos y góticos. Su esbelta torre principal era su símbolo identificatorio desde la distancia, apuntando hacia los cielos. Este templo, luego convertido en Santuario por las innumerables peregrinaciones de sus fieles, reúne las condiciones de jerarquía, sacralidad y belleza; convoca al recogimiento y a la unción sobrenatural cuando es visitado. Este lugar ha servido para evangelizar, debido a su inspirador diseño, para enseñar la fé cristiana, para catequizar. Es la casa materna de solemne tranquilidad.
Perder esta joya excelsa -no existe otro igual o parecido en todo el Perú- debido a las apresuradas decisiones humanas sería una herida profunda y lacerante de un pueblo, en su identidad, costumbres y tradiciones.
Nuestro Santuario resistió incontables sismos y nunca cayó, son las ambiciones humanas las que podrían traerlo abajo definitivamente. El pueblo de Ica hizo este templo con amor, paciencia y con el esfuerzo de todos sus hijos.
Foto:
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Este Artículo se publicó en el Suplemento "La Verdad sobre el Santuario del Señor de Luren" del diario "La Voz de Ica" fechado el 15-08-2009
Este Artículo se publicó en el Suplemento "La Verdad sobre el Santuario del Señor de Luren" del diario "La Voz de Ica" fechado el 15-08-2009
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