domingo, 28 de junio de 2009

Cachiche: Herencia de hechiceros


La magia, la brujería y las supersticiones son fenómenos que han acompañado a los hombres desde su aparición en la faz de la tierra. Estudiosos y especialistas definen estas manifestaciones como parte de la ignorancia a lo desconocido, otros expresan fe ante estas prácticas.
Esta creencia se halla metida en la idiosincrasia de las gentes. Muchos creen en Dios, pero también creen en las brujerías, aunque todas las religiones principales no las aceptan y por el contrario las combaten.


Ica ha tenido a sus brujos, hombres y mujeres, muchos de ellos muy famosos que asentaron sus reales en un pequeño poblado llamado Cachiche. Este caserío de brujos se especializó en los temas de la brujería, la adivinalogía o la misma santería. Cachiche todavía supervive al recuerdo de esta fama, arrinconados por el avance de la modernidad y la velocidad de la vida diaria.


En Cachiche albergó a incontables mujeres que de acuerdo con las reseñas y testimonios, poseían poderes sobrenaturales, usados para curar todo tipo de males que afligían al cuerpo y “curaban” también las aflicciones del alma, el mal de amores dicen. Una cantidad increíble de enrevesados brebajes, pócimas y tratamientos; rituales extraños, lectura de cartas e invocaciones a seres sobrenaturales dicen que, garantizaban la sanación del mal que afligía nuestros cuerpos. O conocer el futuro que a cada uno de los clientes les esperaba, buscando siempre la anhelada prosperidad, la posibilidad de hallar un buen trabajo o la fortuna en los viajes, amén de lograr el amor de la pareja o arañar metas imposibles.


La bruja más famosa de Cachiche fue sin lugar a dudas Julia Hernández Pecho Viuda de Díaz, clarividente y sanadora que, según cuentan, murió a los 106 años de edad luego de una azarosa vida llena de sortilegios y hechizos, pero no era “malera”, era de las que curaban y reconciliaba corazones.
Otro de los brujos famosos fue don Víctor Cabrera Espino, distinguido cachichano, fallecido a la edad de 91 años, sobre él se dice que su fama en las curaciones y la búsqueda de respuestas en el mazo de barajas españolas eran infalibles.

En estos tiempos el avance de la medicina, la gran apertura a la información y la modernidad han casi extinguido el mito que se creó sobre Cachiche. Visitar este pueblo es ir solo a un touring de mística añoranza, observar la modestia de sus viviendas, el busto a las brujas que perennizan el recuerdo, las casitas coloridas con llamativos murales o grandes carteles que anuncian los servicios brujeriles es el toque folklórico al tema. Visitar Cachiche ya no es más la experiencia de esoterismo fantástico de antaño, ir en busca de lo desconocido, de tener la esperanza de lograr un “milagro” para aliviar nuestras humanas aflicciones. Los brujos famosos ya no existen, sus sucesores no inspiran confianza ni siquiera contratando avisos radiales o pequeños anuncios en la prensa escrita local.


Cachiche es ahora, más que nunca, como su nombre de raíces quechuas lo definían: aillpa cachani (tierra salada) pueblo de sal, de olvido y de evocaciones. Una tradición más que se va diluyendo irremediablemente a través de los tiempos.

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