domingo, 28 de junio de 2009

La inexorable muerte de las lagunas de Ica




El paso del tiempo ha borrado grandes maravillas naturales que los iqueños no hemos sabido apreciar ni guardar con atención y responsabilidad social. Estas tierras con apariencia desértica ha tenido no una sino varias lagunas, grandes y pequeñas, que han servido para el disfrute y en sosiego en los calurosos veranos.


Todavía nos queda hoy el afloramiento de agua superficial más importante de Ica, la Laguna de Huacachina, que en su época de oro fue conocida internacionalmente como el Oasis de América, era en verdad una valiosa esmeralda engastada en las dunas áureas, acurrucada, aquietada entre la ondulante arena y enmarcada con tímidas pinceladas de añejos huarangales. Huacachina ha sido un portento irrepetible, cuyas espesas y verdes aguas aportaron curación, distracción y frescor a sus visitantes. La Huacachina de hoy muere por inanición, está en sus últimos días, sobrevive con las justas conectada a un pulmón artificial, que le provee -no oxígeno- pero si agua fresca, prolongando su agonía.

Los iqueños hemos sido privilegiados por el buen Dios que nos dió varias lagunas y, como Huacachina, las hemos dejado morir, desaparecer ante la indiferencia mayoritaria y la insensibilidad de los gobernantes locales de todos los tiempos.

Ya no tenemos más Lagunas importantes como La Victoria, La Huega y Orovilca, balnearios de obligada concurrencia social a inicios del siglo pasado. Tampoco tenemos la Laguna de Saraja ahora ocupada por viviendas. Menos importantes fueron los afloramientos naturales de agua que se ubicaban en Macacona, Pozo Hondo, y el barrio de Manzanilla.
En estas lagunas y lagunetas, que eran visitadas por bañistas y cazadores de patos silvestres, eran los lugares preferidos de los padres de nuestros padres, allí disfrutaron de su niñez y su adolescencia. Lamentablemente de todo esto ya no queda ni el recuerdo.

Solo viejas fotografías amarilladas por el tiempo, retorcidas por el olvido, nos cuentan que éstas algún día existieron. La modernidad aplastó las maravillas de antes. Ahora son espacio para viviendas, malolientes chiqueros para cerdos y animales caseros, almacén precario para recicladores de desperdicios, insalubres botaderos para la basura de la urbe, inmundicias que ahora miramos de soslayo, como no queriendo acordarnos de su magnífica existencia hace solo algunas decenas de años atrás.

Las generaciones futuras se preguntarán por qué no hicimos nada para salvar estos bellos dones naturales, porque no alzamos nuestras voces exigiendo a las autoridades para que ejerzan su responsabilidad y pedir que salven lo nuestro, la inacción y el silencio común ha sido de oprobiosa complicidad para la destrucción total de las lagunas. Dicen, que es parte de nuestra idiosincrasia como pueblo. ¿Uds. amigos que opinan?

1 comentario:

  1. Interesante y conmovedor el análisis de Rony Galindo, lamentablemente ha sido falta de previsión de las autoridades, si bien es cierto que el agotamiento del nivel de aguas de la napa freática es una fatalidad inexorable, bien se pudo implementar algún proyecto de tipo geológico, con la finalidad de establecer zonas de represamiento de aguas de avenida que en epocas de abundancia van a dar esterilmente al mar, de tal maner que por efecto filtración alimentaran los niveles de agua de estas lagunas naturales y se hubiera mantenido así un emporio turístico.
    Aún no es tarde del todo, ese tipo de proyectos hace falta para salvar Huacachina, hay intentos pero no hay decisión, dicen que estamos pasando por una bonanza económica, bueno pues ahi hay una causa noble en donde invertir.

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