Luego de la conquista española del Imperio Incaico en 1531 se inicia la colonización de sus ricos e inmensos territorios, por lo que el reparto entre los nobles españoles se hizo mediante el sistema de Encomiendas.
Francisco Pizarro encargó a su fiel amigo Don Nicolás de Ribera y Laredo "El Viejo", uno de los trece de la Isla del Gallo, la búsqueda de un lugar adecuado para la fundación de la capital del Virreynato; por lo que éste llegó a la zona que hoy se conoce como Pisco, donde decide fundar la "Villa de San Gallán" (más tarde conocida como Lima la Vieja). Esta propuesta fue desechada por el propio Pizarro quien fundó Lima en el Valle del Rímac.
El 01 de septiembre de 1534 Nicolás de Ribera llega a Ica para instalarse, en un hermoso valle de fértiles tierras y cálido clima; antiguo territorio de culturas pre incas. Allí se establece junto a una comitiva de españoles, servidumbre y esclavos.
Años más tarde, por encargo del cuarto Virrey del Perú, Don Diego de López de Zúñiga y Velazco, el jóven capitán español Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo funda "La Villa de Valverde del Valle de Ica" el 17 de Junio de 1563. Nombre que se le dá a la Villa en honor del señorío familiar del Virrey en Castilla La Vieja, España. Esta erección ocurrió en el primigenio emplazamiento de la ya desaparecida Tacaraca (hoy Caserío de La Venta).
Jerónimo de Cabrera tuvo hacienda en la Villa de Valverde pero no fue residente permanente, por lo que tuvo que partir pronto para el Cusco para cumplir otros encargos y comisiones. Su descencencia la inició en el Cusco y sus hijos posteriormente fueron destacadas personalidades en Argentina y no en el Perú.
Para 1570 acontece la impresionante historia de la creación de una ermita y luego un templo nuevo para albergar a la milagrosa imagen del Cristo de Luren, en el lugar destinado para las reducciones indígenas llamado Hurin Ica.
Hacia 1630, la Villa de Valverde, que ya había mudado de lugar por causa de un gran terremoto (12 de Mayo de 1568), ya contaba con 200 vecinos españoles y criollos, unos 9000 esclavos negros y la llegada continua de europeos que migraban atraídos por las fabulosas riquezas que poseía el Perú.
Por entonces ya era tradicional la producción de vinos y de un aguardiente lugareño de uva llamado pisco, cuya fama y aceptación era reconocida en toda América.
La memoria de Ica como pueblo ha sufrido grandes transformaciones. Somos una mezcla de razas que la historia moldeó, hemos creado nuestras propias costumbres de la diversidad; somos gente indomable, con sangre de aventura, de trabajo, de pasión, de entrega y de futuro. Somos Ica, un pueblo que no sucumbe, que no se deja vencer, que lucha y eleva su voz.
!Que Viva Ica y que Viva el Perú!
ta mui biem
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