El Monseñor Héctor Vera Colona, Obispo de Ica hizo una grave acusación en contra un sector importante de su feligresía hace menos de 40 días atrás.
El prelado de la iglesia católica local fustigó el accionar del Comité de Iqueños Unidos por la Restauración del Templo de Luren por “inmiscuirse en labores que no les corresponden..”, criticando ásperamente y desconociendo la creación del colectivo señalando que “es una osadía y un atrevimiento contra la Iglesia”, prometiendo denunciarlos (?). Todo por haberle dicho que no demuelan nuestro Templo de Luren.
Estas singulares declaraciones del Obispo nos traen el doloroso recuerdo de la Santa Inquisición, instrumento que antaño usó la iglesia para castigar a todos aquellos que osaban desafiar la autoridad eclesiástica, herramienta que tiñó de vergüenza al catolicismo en el mundo.
El Obispo dice, sin razón, que le faltan el respeto y lo desobedecen porque ciudadanos libres y responsables han opinado de manera distinta a la suya, que le han dicho respetuosa pero firmemente que está equivocado y que debe enmendarse por el bien de esa Iglesia que dice representar.
La actuación sectaria y egoísta del Obispo de no escuchar a su feligresía en sus reclamos y observaciones dicen mucho de él. En el diálogo de opiniones distintas, en la confrontación de ideas, en el juego de pareceres se halla la solución de los problemas terrenales. Ponerse de acuerdo sobre un tema polémico no es imposible. La Iglesia misma en casos muchos más graves ha intervenido como mediadora para que las partes se logren poner de acuerdo.
Es triste ver que un padre no escuche a sus hijos y, si éstos estuvieran equivocados, los enmiende, los aconseje, les diga con paciencia y con razones cual es el camino correcto. Un padre que amenaza y castiga a sus hijos, que los rechaza y les dice, utilizando interpósita persona, que son atrevidos y osados al criticar sus decisiones se auto convierte en un jefe cuestionable. Un padre que no se reúne siquiera con sus hijos no se podrá quejar por la falta de amor.
Si viviéramos en épocas medievales, cada uno de los diez mil firmantes de la petición para la Restauración del histórico templo de Luren serían encarcelados, juzgados y sentenciados por herejía (apóstata, impío, cismático, infiel, disidente, iconoclasta) en las oscuras mazmorras de la Santa Inquisición, tocándoles a los “cabecillas de la apostasía” la tortura y la muerte. En esas épocas la pena más suave para los contestatarios era la excomunión, esa decir la privación de todos sus derechos como católicos y se les decía que estaban ya condenados para siempre a los sufrimientos del infierno.
Felizmente esas son épocas superadas, somos libres de opinar, de cuestionar, de mantener nuestras creencias, de reunirnos, de formar Comités que critiquen y pidir enmiendas a las decisiones equivocadas. En suma de respetar y que nos respeten. Eso se llama libre convivencia y, la religión siempre ha sido el elemento aglutinante y no el disociador. Tal vez nuestro Obispo no se haya dado cuenta que los tiempos han cambiado, que no se permite ya ukases ni obediencia carneril, a pesar que el jefe del rebaño esté equivocado. Errar es humano, nuestro prelado humano es.
Y algo más, nuestro querido y todavía amado Obispo está a tiempo acercarse a su grey, de extender sus brazos para recibir a sus hijos en señal de comprensión y reconciliación, de juntar nuestras manos en señal del perdón, de caminar por la misma senda, entonando los cánticos y alabanzas sobre la hermandad que predicara nuestro Cristo Redentor. El liderazgo de la Iglesia en Ica la sigue teniendo él y el fortalecimiento de la misma nos corresponde a todos nosotros.
Foto: Ronny Galindo
Artículo publicado en el diario "La Voz de Ica", el 12 de Mayo del 2009
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