martes, 19 de abril de 2011

CUANDO UN AFUERINO SE VUELVE IQUEÑO


En una ciudad no solo viven los oriundos del lugar, también lo hacen aquellos que circunstancial o permanentemente, por múltiples razones o eventualidades, se han quedado a vivir en una determinada zona.  Dentro de los 87 mil términos que maneja actualmente nuestro rico idioma español existe uno para definir el origen de las personas y se llama: gentilicio. El adjetivo gentilicio no solo denota el origen de estas personas por ciudades, provincias o regiones (iqueños, chinchanos, palpeños; cajamarquinos, ucayalinos, tacneños, etc.) sino también el origen por países (peruanos, mexicanos, españoles, etc.). El gentilicio, sea adjetivo o sustantivo, denota el origen de las personas o de las cosas, no su residencia o ubicación. Ejemplo: un piurano que viva en Ica conservará siempre su gentilicio, invariablemente seguirá siendo piurano.

Y la referencia la hacemos porque algunas personas o autoridades, por razón de su trabajo o designación temporal han optado graciosamente el gentilicio de “iqueño” a efectos de ganarse la simpatía de los naturales de ésta ciudad, aunque atenten permanentemente contra las costumbres, tradiciones e identidad cultural  del pueblo que los acoge. Así, el año próximo pasado el Obispo chiclayano designado como prelado de ésta Diócesis, en circunstancias que acompañaba la procesión por Semana Santa declaró ante la prensa local que se sentía “iqueño”. En la Conferencia promocional de la Luretón reforzó implícitamente la idea mencionando que su mandato como Obispo de Ica sería de por lo menos 30 años. Desde entonces muchos se han preguntado si ser iqueño es en verdad un sentimiento noble que se vive día a día, legítimo y de identidad con la tierra y el pueblo en que se comparte las actividades cotidianas o es una mera  pose declarativa, un simple estado emotivo o un chato aprovechamiento mediático.
 
Pero también existe el gentilicio por adopción, que es aquel que por cariño una persona adopta al establecerse permanentemente en el lugar que lo acoge, a pesar que no haber nacido allí. Tenemos una cantidad enorme de estos casos: arequipeños, limeños, ayacuchanos, huancaínos, etc. que se han naturalizados como iqueños, a razón de haberse establecido permanentemente con esta tierra, han echado raíces  a través de la familia, el trabajo, entre otras causas; en suma se han hecho ciudadanos respetables y prestigiosos e incluso se ganaron sus espacios como excelentes autoridades o representantes populares. Ica siempre ha recibido con los brazos abiertos a quienes dieron sus aportes sinceros para su engrandecimiento  (sin mirar ni objetar de donde vinieron). A los afuerinos no les miramos la boca, les miramos las manos para saber cuánto hacen y les extendemos un cheque de confianza y de reconocimiento eterno cuando estos aportes son generosos. Pero hay que recordar que otro de los fundamentos para determinar un gentilicio  es la tradición. El gentilicio de una ciudad o de una región es parte fundamental de su tradición. El gentilicio es un valor eterno, no una moda efímera. No  vale decirse iqueño, hay que demostrarlo con hechos, por ejemplo no demoliendo sus tradiciones.
NR: artículo publicado en el Diario “La Voz de Ica” fechado el 06.03.2010

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