Se ha criticado el silencio sepulcral del Obispo respecto al futuro inmediato del Santuario de Luren, a pesar que muchos feligreses están atentos a la decisión final que tome el prelado, esperando que la divina providencia lo ilumine y decida atender la voluntad mayoritaria del pueblo católico de Ica. En el mismo sopor, en idéntica calma y quietud se encuentra el Comité Iqueños por la Restauración del Santuario de Luren, al parecer contagiados de ésta inmovilidad desesperante.
Se comenta por calles y plazas que el Obispo, de crónica afonía, ya tendría fecha para hacer derribar el Santuario herido y reemplazarlo por una estructura apócrifa, elefantiásica y que guardaría un ligero parecido al abandonado ícono religioso hecho con amor y esfuerzo hace nueve décadas por todos los iqueños. ¿Y el Comité que dice, que hace? Aparentemente nada. Ha dejado de activar, de declarar, de manifestar su descontento, su desacuerdo ante esta ignominia, esta afrenta a la identidad cultural de todos los que moramos en este espacio, en este hermoso valle, llamado Ica. Quiero creer que este largo silencio no es una comparsa, sino más bien una pausa, un respiro para retomar con fuerza los reclamos que nos asiste como católicos, como ciudadanos, como pueblo. Tenemos derecho a protestar frente a la injusticia, ante las decisiones equivocadas, ante la falta de sensibilidad e identidad con la historia ciudadana de gente que golpeados por la naturaleza, recibirán un castigo más por el terco afán de ingresar a la historia como constructor de una paquidérmica edificación religiosa que no ha sido solicitada.
Solo hay un camino, y esa es la protesta conjunta. Una acción, que es el hermanamiento solidario para defender nuestros derechos comunes. Una voz, que nace de la honestidad y la autenticidad de nuestros reclamos. Todas estas acciones pasan por activar una vez más las vigilias, las marchas pacíficas, los foros, los volanteos, los manifiestos públicos, la resonancia de la prensa local y nacional, la presencia de personalidades de trascendencia que apoyen la causa. El llamado también es para la juventud, a todos los hombres y mujeres, sin interesar edad u ocupación prestos a servir a los intereses de la tierra que los ha visto nacer, generación tras generación. Esa es la tarea del momento, ese es el desafío. El Comité tiene ahora la palabra.
Se comenta por calles y plazas que el Obispo, de crónica afonía, ya tendría fecha para hacer derribar el Santuario herido y reemplazarlo por una estructura apócrifa, elefantiásica y que guardaría un ligero parecido al abandonado ícono religioso hecho con amor y esfuerzo hace nueve décadas por todos los iqueños. ¿Y el Comité que dice, que hace? Aparentemente nada. Ha dejado de activar, de declarar, de manifestar su descontento, su desacuerdo ante esta ignominia, esta afrenta a la identidad cultural de todos los que moramos en este espacio, en este hermoso valle, llamado Ica. Quiero creer que este largo silencio no es una comparsa, sino más bien una pausa, un respiro para retomar con fuerza los reclamos que nos asiste como católicos, como ciudadanos, como pueblo. Tenemos derecho a protestar frente a la injusticia, ante las decisiones equivocadas, ante la falta de sensibilidad e identidad con la historia ciudadana de gente que golpeados por la naturaleza, recibirán un castigo más por el terco afán de ingresar a la historia como constructor de una paquidérmica edificación religiosa que no ha sido solicitada.
Solo hay un camino, y esa es la protesta conjunta. Una acción, que es el hermanamiento solidario para defender nuestros derechos comunes. Una voz, que nace de la honestidad y la autenticidad de nuestros reclamos. Todas estas acciones pasan por activar una vez más las vigilias, las marchas pacíficas, los foros, los volanteos, los manifiestos públicos, la resonancia de la prensa local y nacional, la presencia de personalidades de trascendencia que apoyen la causa. El llamado también es para la juventud, a todos los hombres y mujeres, sin interesar edad u ocupación prestos a servir a los intereses de la tierra que los ha visto nacer, generación tras generación. Esa es la tarea del momento, ese es el desafío. El Comité tiene ahora la palabra.
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