Uno de los hechos singulares respecto al Santuario de nuestro Señor de Luren ha sido que nunca cambió de lugar, a pesar que la ciudad lo hizo en varias oportunidades a causa de los terremotos que fue destruyendo las edificaciones citadinas, en un repetitivo “volver a construir”.
Allá por 1570 la original ermita del Cristo Crucificado de Ica se erigió sobre los antiguos pagos pre incaicos de “Lurin Ika”, que por deformaciones fonéticas del antiguo español terminó llamándose Luren. Los conquistadores ibéricos afincados por éstos lares, jamás imaginaron que esta era una zona de alta incidencia de temblores y terremotos, pero porfiados en su afán de conquista de éstas nuevas tierras terminaron por adaptarse a vivir con repentinos sobresaltos. Los diez terremotos más importantes registrados en Ica desde la venida de los españoles fueron en los años de: 1568, 1647, 1664,1687, 1813, 1839, 1869, 1942, 1996 y el 2007. Todos ellos han dejado grave secuela de destrucción y muerte, pero por lo menos los cuatro primeros sismos de la lista provocaron igual número de cambios de los lugares de emplazamientos del villorrio que terminó siendo ciudad. El templo de Luren que había empezado en la parte norte de la población regular terminó con los años en la parte sur de ésta. Han ocurrido no solo terremotos, temblores, incendios, inundaciones, epidemias, hambruna y crisis sociales, pero el Santuario siempre permaneció allí incólume, soportando al tiempo y a las adversidades.
Siempre, los ciudadanos de antes y los de ahora, han recurrido a su Santo Patrono en el lugar que él decidió afincarse, en aquel ya olvidado promontorio llamado Rodamonte, rodeado de dunas, huarangos y gente buena y que la leyenda popular señala como un 25 de Febrero de 1570, es decir han transcurrido 439 años desde que el Cristo Moreno decidió hacerse iqueño. La ubicación imperturbable de ésta hermosa edificación religiosa, que hoy corre el peligro de desaparecer o de ser transformada a capricho, aquella que a pesar de sus heridas estructurales conserva su forma de cruz latina, que su breve diseño arquitectónico ha acogido a millones de fieles que en peregrinaciones multitudinarias han testimoniado su fe ante el Cristo milagroso. Aquel templo ahora herido, abandonado y triste, por el alejamiento de su ilustre inquilino, no pierde todavía sus condiciones de sacralidad y belleza, se resiste a perder el don otorgado de convocar al recogimiento y a la unción sobrenatural cuando es visitado. Es todavía la casa materna de solemne tranquilidad. En estos tiempos de ideas nuevas, de autoridades nuevas, de acciones nuevas, se ha notado ya que la intención principal no será la restauración del edificio, sino la meta será la ampliación para otorgarle mayor aforo, la transformación de su diseño hasta hacerla indescriptible. Las palabras maquillarán la intención. A la distancia, la imagen sagrada del Cristo de Ica observará contrito el futuro que le quieran dar a su casa.
Allá por 1570 la original ermita del Cristo Crucificado de Ica se erigió sobre los antiguos pagos pre incaicos de “Lurin Ika”, que por deformaciones fonéticas del antiguo español terminó llamándose Luren. Los conquistadores ibéricos afincados por éstos lares, jamás imaginaron que esta era una zona de alta incidencia de temblores y terremotos, pero porfiados en su afán de conquista de éstas nuevas tierras terminaron por adaptarse a vivir con repentinos sobresaltos. Los diez terremotos más importantes registrados en Ica desde la venida de los españoles fueron en los años de: 1568, 1647, 1664,1687, 1813, 1839, 1869, 1942, 1996 y el 2007. Todos ellos han dejado grave secuela de destrucción y muerte, pero por lo menos los cuatro primeros sismos de la lista provocaron igual número de cambios de los lugares de emplazamientos del villorrio que terminó siendo ciudad. El templo de Luren que había empezado en la parte norte de la población regular terminó con los años en la parte sur de ésta. Han ocurrido no solo terremotos, temblores, incendios, inundaciones, epidemias, hambruna y crisis sociales, pero el Santuario siempre permaneció allí incólume, soportando al tiempo y a las adversidades.
Siempre, los ciudadanos de antes y los de ahora, han recurrido a su Santo Patrono en el lugar que él decidió afincarse, en aquel ya olvidado promontorio llamado Rodamonte, rodeado de dunas, huarangos y gente buena y que la leyenda popular señala como un 25 de Febrero de 1570, es decir han transcurrido 439 años desde que el Cristo Moreno decidió hacerse iqueño. La ubicación imperturbable de ésta hermosa edificación religiosa, que hoy corre el peligro de desaparecer o de ser transformada a capricho, aquella que a pesar de sus heridas estructurales conserva su forma de cruz latina, que su breve diseño arquitectónico ha acogido a millones de fieles que en peregrinaciones multitudinarias han testimoniado su fe ante el Cristo milagroso. Aquel templo ahora herido, abandonado y triste, por el alejamiento de su ilustre inquilino, no pierde todavía sus condiciones de sacralidad y belleza, se resiste a perder el don otorgado de convocar al recogimiento y a la unción sobrenatural cuando es visitado. Es todavía la casa materna de solemne tranquilidad. En estos tiempos de ideas nuevas, de autoridades nuevas, de acciones nuevas, se ha notado ya que la intención principal no será la restauración del edificio, sino la meta será la ampliación para otorgarle mayor aforo, la transformación de su diseño hasta hacerla indescriptible. Las palabras maquillarán la intención. A la distancia, la imagen sagrada del Cristo de Ica observará contrito el futuro que le quieran dar a su casa.
NR: Este artículo se publicó en el diario “La Voz de Ica” el 04-12-2009
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