Aquel que se precie de ser un buen líder de su comunidad está obligado a ser cuidadoso y consultar permanentemente sobre la consecuencia de sus actos, para que no afecte a sus gobernados y tampoco atente contra su propio prestigio y credibilidad. Así, el líder espiritual de los católicos de Ica, se encuentra en franca contradicción con su feligresía, al adoptar por sí, decisiones que afectan a la tradición de un pueblo que ha sabido conservar a través del tiempo sus costumbres y su historia.
Hemos dicho y lo reiteramos: el Obispo de Ica se ha equivocado una vez más al tomar la pésima decisión de acabar de una vez y para siempre con el herido Santuario de nuestro Señor de Luren. La fórmula de matar de a pocos al principal ícono edificado de la religiosidad local lo ubica como una autoridad insensible al clamor de su pueblo. Los iqueños desde hace un buen tiempo hemos hecho notar sus yerros al respecto -que han sido varios- pero su respuesta siempre ha sido la indiferencia y el desprecio. Los creyentes nos hemos atrevido a defender lo que por heredad nos corresponde, lo que nos costó edificar, impregnados de fe y de sacrificios, es una respuesta natural ante lo arbitrario. Por su parte el Obispo no ha hecho ningún esfuerzo para salvar al Santuario de Luren. Ningún gesto, ninguna acción reivindicativa por mínima que fuese. Ha podido pero no ha querido hacerlo. El carácter de las personas se ven en los hechos, no en los discursos pronunciados con voz edulcorada y lleno de frases hechas. Este pueblo iqueño ha sido siempre cariñoso y amplio con los afuerinos, pero también tenemos memoria colectiva y sabremos recordar por siempre al religioso chiclayano, envestido de autoridad, que decidió acabar con su Santuario, con su patrimonio, con su identidad cultural.
En el solemne marco de la Navidad que se avecina –el tiempo de Adviento- tenemos que reconocer que hemos sido duros en algunos de nuestros conceptos y en nuestras formas, pero no hemos mentido, no tenemos odio en nuestros corazones, no hemos hecho cálculos para ofender ni para agraviar. Nosotros somos los afectados; pero somos hombres y mujeres de fe. Aguardaremos hasta el último momento, hasta el último segundo, confiando que no se concretará la destrucción de lo nuestro, que habrá un designio superior que rectifique el error, el histórico error. Y como alguien nos lo recordara, la navidad es esencialmente reencuentro y hermandad, es pausa y es paz. Debemos estar alegres, por que el Niño Dios, nacerá para todos, una vez más, con amor, mucho amor. ¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!
Hemos dicho y lo reiteramos: el Obispo de Ica se ha equivocado una vez más al tomar la pésima decisión de acabar de una vez y para siempre con el herido Santuario de nuestro Señor de Luren. La fórmula de matar de a pocos al principal ícono edificado de la religiosidad local lo ubica como una autoridad insensible al clamor de su pueblo. Los iqueños desde hace un buen tiempo hemos hecho notar sus yerros al respecto -que han sido varios- pero su respuesta siempre ha sido la indiferencia y el desprecio. Los creyentes nos hemos atrevido a defender lo que por heredad nos corresponde, lo que nos costó edificar, impregnados de fe y de sacrificios, es una respuesta natural ante lo arbitrario. Por su parte el Obispo no ha hecho ningún esfuerzo para salvar al Santuario de Luren. Ningún gesto, ninguna acción reivindicativa por mínima que fuese. Ha podido pero no ha querido hacerlo. El carácter de las personas se ven en los hechos, no en los discursos pronunciados con voz edulcorada y lleno de frases hechas. Este pueblo iqueño ha sido siempre cariñoso y amplio con los afuerinos, pero también tenemos memoria colectiva y sabremos recordar por siempre al religioso chiclayano, envestido de autoridad, que decidió acabar con su Santuario, con su patrimonio, con su identidad cultural.
En el solemne marco de la Navidad que se avecina –el tiempo de Adviento- tenemos que reconocer que hemos sido duros en algunos de nuestros conceptos y en nuestras formas, pero no hemos mentido, no tenemos odio en nuestros corazones, no hemos hecho cálculos para ofender ni para agraviar. Nosotros somos los afectados; pero somos hombres y mujeres de fe. Aguardaremos hasta el último momento, hasta el último segundo, confiando que no se concretará la destrucción de lo nuestro, que habrá un designio superior que rectifique el error, el histórico error. Y como alguien nos lo recordara, la navidad es esencialmente reencuentro y hermandad, es pausa y es paz. Debemos estar alegres, por que el Niño Dios, nacerá para todos, una vez más, con amor, mucho amor. ¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!
NR: Este artículo se publicó en el diario “La Voz de Ica” el 18-12-2009
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