lunes, 3 de enero de 2011

JESÚS SILVA HERRERA HIZO LA NUEVA IMAGEN DEL CRISTO DE LUREN

En la vida de los pueblos, existen hechos u ocurrencias que transforman la tranquilidad de nuestras vidas, nos potencian, nos quitan el sutil anonimato de la cotidianeidad y nos hacen vivir papeles protagónicos en el marco de éstos acontecimientos. Tal ocurrió a partir del 23 de Junio de 1918, en la apacible y todavía poca bulliciosa Ica, cuando a las diez de la mañana de aquel aciago día, se dió la alerta ciudadana sobre la ocurrencia de un voraz incendio que nos cambiaría la vida. Ese fue un día de pérdidas y de lloros. La imagen sagrada de nuestro colonial Cristo Crucificado de Luren y su vetusta casa se perdieron por acción del desgraciado fuego.

La historia es ya conocida, repetida en centenares de oportunidades, pero sigue siendo el ejemplo más limpio y honesto de conjunción de voluntades, de solidaridad y de arte. Fue el hermanamiento espontáneo e intenso de las capacidades de muchos hombres para lograr la acción restauradora, salvadora, reconstructora, tanto de la imagen como la del templo siniestrado. Y fue allí que los hombres expusieron su valía a prueba, esta fue la comprobación de sus talentos personales, que al final transformó sus vidas y las hicieron trascendentes en el tiempo y en la historia. Allí, en esa primera fila de valerosos iqueños estaba: Jesús Silva Herrera, artista escultor, imaginero y pintor. Hombre modesto, sencillo y caritativo. Un honorable y cariñoso padre de familia para quien el arte era su inspiración y también su fuente de ingresos. Fue uno de los convocados para la restauración de la imagen afectada por el fuego. Su taller personal de la tercera cuadra de la calle Lima fue el obligado centro de operaciones. Se hicieron cientos de bocetos en papel para ensayar cual sería la manera más hermosas de hacer el trabajo, tal era el esmero y la pulcritud. Se trataba nada menos que del Santo Patrono de todos los iqueños que dormía accidentalmente en el taller del Maestro Silva. Se tenía que hacer lo mejor, de ello no había dudas.

Fueron tres meses de intensos trabajos. Se trajeron las más finas maderas de Nicaragua, los barnices más lustrosos, las pinturas más selectas, los formones golpeaban la madera hasta sacarle formas. Francisco Caso hizo el modelo en arcilla para la cabeza, Jesús Silva, con sus 53 años, se afanaba en perfeccionar los detalles del cuerpo. Fue una labor complicada, afiebrada, tremenda y pudieron darle un final feliz. La tarea se asumió el 14 de Julio de 1918 –para lo cual se formó la “Sociedad de 16 Amigos”- y se concluyó el 18 de Octubre del mismo año. La entrega al pueblo fue apoteósica, multitudinaria. Ica tenía de vuelta a la imagen sagrada, todas las desgracias serían menores al contar con el Cristo Bueno de nuestro lado. Jesús Silva Herrera, tres años después, a los 58 años de edad nos dejaría para siempre. Su partida fue conmovedora, se había ido el principal hacedor de la imagen milagrosa. Para juntarse temprano con el Gran Dios y continuar haciendo sus inmortales obras con los ángeles. Descansa en paz, Maestro.

1 comentario:

  1. Gracias por esta historia, que es un reconocimiento a mi tatarabuelo. Mi abuela Isabel Palacios Silva, reclamaba que su obra habia sido olvidada. Le alegrara mucho cuando le lea esta nota. Gracias!

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