viernes, 28 de enero de 2011

“NO ME QUIEREN POR SER PEQUEÑO” (II parte)


Hace algunos días mencionaba que a la luz de los hechos, el Santuario de todos los iqueños, era discriminado por sus regentes debido a su escaso tamaño y capacidad para recibir a la feligresía y por ello -entre otras causas- se pretendía desaparecerlo o en el mejor de los casos deformarlo, hacerlo irreconocible a efecto de satisfacer los requerimientos del Obispo chiclayano.

Antes del terremoto del 2007 no hubo protestas ni cuestionamientos respecto al tamaño y a la poca capacidad (?) de esta excelsa joya de la arquitectura religiosa local. Las observaciones vinieron después del sismo y con la venida del religioso norteño a éstas tierras, que ha incluido luego de dos años de espera, “ampliaciones o agregados” al diseño original en sus innovadores proyectos. Acaso a muchos peruanos no nos discriminan igual, no nos aceptan por ser “chatos” o de escasa estatura o de un color “diferente”. Algunos desubicados, intolerantes, desteñidos arios, de apellidos impronunciables y con dinero (o sin él) reniegan, maldicen y nos excluyen como trabajadores o visitantes de sus empresas, locales de diversión o de su exclusivo entorno social a los que somos “indígenas, cholos, negros y asiáticos” y nos ningunean, olvidando que éste país que los acoge es heterogéneo, plurilingüe, multiétnico y geográficamente diferente; estos peruanos discriminados racialmente constituyen más del 85% de su composición étnica (cuyo promedio de estatura es 1.50 mts). Y los pálidos pelirrubios discriminadores no representan ni el 5%. Increíble. Pero felizmente no todos son así. Felizmente hay de los buenos e inclusivos.

La discriminación racial es una tara. La discriminación extendida al tamaño de las personas o al tamaño de nuestras reliquias arquitectónicas es un complejo. No es un defecto, es un estigma. Antes del terremoto nadie se fijaba en el tamaño del Santuario de todos los iqueños, luego de éste y al verlo herido y menoscabado, vieron la oportunidad para desaparecerlo, pero como no prosperó ahora pretenden adulterarlo. Cuando el Santuario estuvo de pié e íntegro todo eran flores, todo eran elogios. Ni el más alucinado hubiese propuesto ampliarlo, agregarle partes o reemplazarlo por otro más grande. Pero como dice el refrán popular: “Del árbol caído hacen leña”. Ahora salen los radicales y premunidos de argumentos hipócritas dicen que: es muy pequeño, tiene poco aforo, que está muy viejo, que sus estructuras no son seguras, que hay que ampliarlo, que nuestra ciudad ha crecido y necesita un templo más grande, etc.


¿A esto nuestras autoridades llaman modernidad, el perder irremediablemente nuestra identidad cultural? ¿Qué hay de nuestras tradiciones? ¿Acaso los iqueños debemos quedarnos calladitos y sin actuar frente a lo arbitrario? Por lo menos DIEZ MIL IQUEÑOS con nombres, apellidos y firmas NO están de acuerdo con las pretensiones del Obispo chiclayano. Nuevas convocatorias a la feligresía se harán porque la razón nos asiste, la historia está de nuestra parte, un pueblo no está de acuerdo con la obstinación del prelado. Algo más, una norma vigente del catolicismo universal dice:
“Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio de manifestar a los Pastores Sagrados (Obispos) su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles… ”
Código de Derecho Canónico, Título I: de las Obligaciones y Derechos de todos los fieles; Parte 3
NR: Este artículo se publicó en el diario “La Voz de Ica” el 01-02-2010

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